jueves, 14 de octubre de 2010

La triple acies romana

La triple acies, o triplex acies, era la formación más habitual en los ejércitos romanos sobre todo durante los periodos de la república y el bajo imperio, cuando el grueso de sus fuerzas estaba formado por sus manipulas de infantería pesada. En periodos primigenios de la urbe, durante la monarquía, el ejército romano no debía diferir de sus vecinos del sur, con LA legión (solo había una, que era equivalente al ejército) funcionando básicamente como un rústico ejército de formación en falánge.



Las interacciones con sus poderosos vecinos del norte y este, los etruscos y samnitas, les convencieron de la necesidad de formar ejércitos más estructurados. Cambiaron la forma de reclutar según la pertenecia social y veteranía en manípulas de vélites (hostigadores con armas arrojadizas, normalmente jabalinas), hastati (o asteros, menos veteranos), princeps (o príncipes, veteranos), triarii (o triarios, los más veteranos) y los acomodados equites (jinetes). Los hastati y los princeps básicamente iban equipados de la misma manera: con armadura pesada, escudo, gladio y un par de pila (lanzas) arrojadizas. Normalmente los princeps podían permitirse armas y armaduras de mejor calidad. Los triarii básicamente seguían combatiendo como lanceros pesados en falange.

Esta diferencia estaba establecida porque seguían la formación triple acies. En ellas se ordenaban en filas de manípulas. Los más cercanos al enemigo eran los vélites, combatiendo como infantería ligera sin formación, hostigándoles con sus armas arrojadizas. Tras ellos venían, por este orden, los hastati, luego los princeps, y por último los triarii. La novedad es que las cohortes no presentaban lineas compactas, como sería lo normal, sino que se ordenaban en una formación en damero (llamda quincunx), en el que se dejaban espacios en la formación en los que cabría otra manípula. Cada manípula se dividía a su vez en dos centurias, la anterior (que estaba delante) y la posterior (detrás de la anterior a corta distancia).


Estos huecos servían para permitir el paso de las unidades entre ellas sin necesidad de sortear a los propios soldados ni pasar entre las filas de los aliados, ya que esto solía desbaratar la formación aliada y en ocasiones producir la desbandada de la línea (como ocurrió por ejemplo con los ballesteros genoveses y caballeros franceses en la batalla de Crecy). No solo en la primera línea, sino que correos, médicos y personal no combatiente podía moverse entre líneas con rapidez. Cuando los vélites habían agotado su munición, o veían al enemigo acercarse demasiado retrocedían entre los huecos dejados por los hastati. Entonces la centuria posterior se desplazaba para cubrir el hueco y formar una sólida línea de combate que presentar al enemigo.

Si los hastati se veían superados, o agotados por el combate, la centuria posterior se volvía a replegar sobre la posición inicial y las manípulas se replegaban entre los huecos dejados por los princeps. Los princeps a su vez repetían la maniobra reformando la línea y llevando el combate. Si estos a su vez se veían sobrepasados volvían a deshacer la línea (centuria posterior se repliega tras la anterior y se repliegan entre los huecos dejados entre los triarios, que a su vez vuelven a formar la línea de batalla). Dado que recurrir a los triarios significaba que el 75% del ejército se había replegado era una medida desesperada, por lo que la expresión "retroceder hasta los triarios" (ad triarios rediisse) se convirtió en una expresión común en latín para una situación desesperada.


Ni que decir tiene que todas estas maniobras solo podían ejecutarse con el ejército más disciplinado y entrenado del mundo antiguo. Sólo de esta manera se podía esperar cierta cohesión en el caos que supone la batalla, con el polvo levantado por miles de soldados repartidos en frentes a veces de varios kilómetros de longitud, los gritos de los múltiples oficiales vociferando órdenes y tratando de mantener las líneas, por no hablar de los aullidos de batalla o gemidos de heridos y moribundos. Solo el más disciplinado y entrenado de los ejércitos podía ejecutar con cierta fiabilidad tan complejas maniobras en el campo de batalla.


Y con todo y con eso la formación es muy peligrosa. Si los movimientos no se efectuaban con rapidez y precisión se corría el riesgo de que el enemigo flanquease y rodease las manípulas, lo que desde el principio de los tiempos es la mejor estrategia para hacer que colapse su moral y huyan abandonando el combate, precipitando normalmente el resultado de la batalla. La historiografía incluso empieza a dudar de que fuera una opción realmente usada en combate, sino más bien para maniobrar el ejército antes de llegar a distancia de combate con el enemigo. Personalmente secundo esta hipótesis ya que, aun suponiendo un extraordinario control de las manípulas por parte de los oficiales romanos, los movimientos son extremadamente complejos y requieren demasiado tiempo en el despliegue para ser usados en situaciones de estress o ataque fulgurante del enemigo, por ejemplo aquellos con ejércitos fundamentalmente basados en la caballería.

Otras fuentes (incluido el propio Polibio en la antigüedad) sugieren que los romanos luchaban con huecos entre sus filas. Esto tiene una ventaja táctica de posicionamiento y avance evidente, ya que es más flexible para tomar posiciones y bordear obstáculos del terreno, pero al combatir cuenta con las desventajas que se han mencionado más arriba. Bien es cierto que si el ejército romano era realmente tan disciplinado podía soportar la presión lateral realizada por el enemigo mientras las filas posteriores atacaban a su vez al enemigo desde el hueco deliberadamente dejado por la infantería, cogiendolo en una "u". De este modo no hay una línea de frente contínua, sino quebrada según los adversarios hayan decidido penetrar por los huecos o no. Esta táctica es peligrosa pero también me parece más real. No obstante depende del adversario: es una táctica ideal contra las técnicas crudas de los pueblos bárbaros en general, pero poco apropiada contra las ordenadas falanges orientales, y demostró ser desastrosa contra la caballería arquera persa en Carrhae, que se colaba por los huecos asaeteando a los legionarios con sus arcos compuestos.



Además me parece irreal la teoría de la retirada de los manípulos que se repliegan para escapar entre las líneas anteriores que vuelven a formar la línea del frente. Quizá funcionase para los vélites, ya que el enemigo aún está a distancia y puede dar tiempo a maniobrar. Pero unos hastati ya enganchados en plenos combate dudo que puedan maniobrar con libertad: Al retirarse la centuria posterior tras la anterior, los enemigos que estaban trabados en combate con esta centuria posterior los perseguirían, atacándolos por la espalda y el flanco con un altísimo riesgo de que el repliegue se convierta en una desbandada. Lo mismo ocurre con el repliegue entre las lineas de princeps. Dudo mucho que el enemigo se quedase mirando como el ejército romano realizaba todas esas maniobras con impunidad. En los brutales choques de la antigüedad el combate cuerpo a cuerpo no era continuo, pues había muchos momentos de descanso, y más bien se centraba en microchoques y combates de las fuerzas, que se repetían hasta que una de las formaciones perdía cohesión y huía, que es cuando se producían las auténticas matanzas. No obstante las unidades trabadas en combate quedaban "enganchadas" precisamente porque no es tan fácil maniobrar cuando ya se está en combate cuerpo a cuerpo, ya que el enemigo aprovechará cualquier movimiento de la formación para realizar ataques por el flanco o por la espalda. Así que, ¿cómo hacían los manípulos para realizar todas esas complejas maniobras sin que los enemigos se les echasen encima? Aunque la teoría es buena la realización me parece poco realista.

Más realista me parece que dentro de las manípulas las filas se turnasen, pasando los soldados heridos y fatigados de la primera fila entre lineas a las últimas filas, siendo sustituidos por la segunda fila. Que a su vez en su momento será sustituida por la siguiente, y así sucesivamente hasta que, tras la rotación de todas las filas, la primera vuelva a primera línea del combate pero descansada. De esta manera se obtienen periodos de descanso para las tropas en medio de la batalla, fatigando a los enemigos menos disciplinados y ganando el combate al desgastarse el enemigo por fatiga y moral.



No obstante lo anterior la formación debía compensar con sus ventajas, ya que hay pruebas de que la formación triple acies, con su disposición de las manípulas en quincunx, siguió usándose después de las reformas marianas, cuando se suprimió el reclutamiento por clases y por tanto la diferencia entre hastati, princeps y triarii, siendo sustituida por los legionarios y auxiliares. Los legionarios siguieron desplegándose en esta formación hasta el final del alto imperio, cuando la caballería empezó a ocupar un lugar más importante en el ejército que la infantería pesada.